Les agradezco, chicuelas queridas, todas sus palabras en el post anterior. Tengo clarísimo que quiero tener otro hijo por muchas razones, pero también me pongo a pensar en el mundo de mierda que estamos viviendo y me da miedo traerlo (por cierto, que alguien me explique cómo demonios según el horoscopo chino este año -que es de la rata- iba a ser muy bueno, iba a estar marcado por la alegría y la abundancia. Abundancia de problemas, más bien). No quiero que Sabri sea hija única, quiero que viva la hermosa experiencia de tener hermanos. Sé que si tiene que ser será. Ya veremos.
Respecto a la mudanza, les digo que he tenido unos días terribles. Mucho que guardar, mucho que revisar, tirar, reacomodar. Todavía no nos cambiamos, así que no sé si podré seguir tejiendo o no. Mientras tanto, la ciudad sigue en obras, el tráfico desquiciante (por las obras y por las interminables marchas, manifestaciones, plantones, mitines, etc., etc. que se han vuelto el pan nuestro de cada día) y mis agujas avanzando a marchas forzadas. De los modelos que tenía para la siguiente bufanda, me decidí por este y así voy.
Francamente, no sé si el patrón está muy complicado o si mi mente anda divagando por otras galaxias, pero me está costando mucho seguirlo, así que la tengo medio detenida para seguirla cuando NADA NI NADIE me distraiga. La única opción que se me ocurre es tejer en la noche, cuando Sabri y la ciudad duerman.
Mientras, de a ratos estoy tejiendo para mi esta y voy así:
Creo que el estambre no es muy adecuado, pero tengo sólo 200 gr. y me encanta el color y la textura, así que por mi no hay fijón.
Estamos en otoño y ya se empiezan a sentir los fríos que promete el invierno. El tiempo ideal para tejer y sacar del closet lo tejido a lo largo del año, no? Lo malo es cuando uno sale de su casa en la mañana y sopla un aire que parece que nos curte la cara y a las 3 de la tarde hay un sol que raja la tierra y ya no sabemos qué más sacarnos de encima porque no soportamos el calor. No sé qué es peor, les juro, si vivir en un clima indeciso o padecer un invierno europeo.
Por último, les cuento que ya no veo la hora de llegar a mi casa y preparar estas recetas cortesía de Penélope. Las tenía almacenadas en el recuerdo y hoy fui a desenterrarlas. Bueno, y ya que hablamos de comida, les cuento que he adquirido la costumbre de todos los viernes preparar pizza para cenar. En un principio era yo sola con mi idea y los sorprendía cada viernes a la tarde con el olorcito rico del pan, el queso y el tomate saliendo del horno, pero ahora, Andrés ya se enganchó y cada vez que vamos al súper compra algo para la pizza del siguiente viernes. Yo tengo una relación muy especial con la comida (aparte de que me fascina comer). A mi mamá nunca le gustó cocinar y lo que hacía lo hacía porque nos tenía que dar de comer y punto. Así, la hora de la comida para mí era un suplicio. Pero había veces en que amanecía inspirada y nos preparaba cosas que sabía que nos gustaban: pizzas, empanadas de jamón y queso, carne al horno con papas, en fin, y yo sentía que esas comidas ricas eran como un mimo que nos quería hacer a sus hijos. Entonces aparte de gustarme esos platillos, tenían un toque extra para mi y todas esas sensaciones se me han quedado muy grabadas. Ahora que crecí me fascina cocinar pero además es una forma de expresarle a mi gente mi cariño y el gusto que me da compartir con ellos. Esos pocos ‘mimos’ que nos hacía mi mamá mediante la comida tuvieron un efecto hermoso en mi y siempre le estaré agradecida por ello.