Archivo diario: enero 21, 2010

¿Y CÓMO NOS VA?

Un poco por ser yo desmemoriada no les he contado de nuestra nueva vida. 

 Cuando Sara nació, nuestra pediatra estuvo checándola en el cunero y me decía que era súper tranquila. Y sí, tan tranquila que el primer día en casa tuvimos que darle de comer a fuerzas porque el angelito se aventó 8 horas seguidas durmiendo.  Es taaaaaan light; se rie a cada rato y con cualquiera: si estornuda, si tose, si vomita, si le hablas, si la miras, si le haces señas con los dedos, si la «regañas» porque no se caba la leche.  Es un amor, llora poquísimo ¡y duerme toda la noche desde hace un mes!  Sin problemas se duerme abrazada por Andrés o por mi (cosa que nunca pudimos hacer con Sabri, ella quería dormir sueltita), pero también duerme solita.  A cierta hora de la tarde empieza a rechinar porque quiere que la carguen, es curiosísimo, pero al levantarla se queda tranquilita y al rato ya la podemos acostar otra vez; es como si necesitara su dosis diaria de ¡aupa!  «Habla» mucho, no le gusta el chupón y se come la mano cuando tiene hambre.

El tema triste para mi con respecto a la maternidad es la lactancia.  Me duele en lo más profundo no haber podido hacer algo que es lo más natural.  Con Sabri me justifiqué por la inexperiencia, pero con Sara estaba decidida a lograrlo.  Estaba segura de que la primera vez yo había hecho algo mal, que había claudicado por la angustia de ver a Sabri llorando de hambre, así que esta vez haría lo necesario para lograrlo.  El problema es que mi pezón no se formaba por más que yo lo hiciera como rosquita o usara aditamentos para conseguirlo; no había caso. Los días fueron pasando, yo me sacaba la poca leche que tenía, pero obvio ésta salía cada vez menos.  Dos veces al día me sentaba con el tiraleches para obtener, en el mejor de los casos 1 oz y 1/2 por día (consideren que Sara tomaba en ese entonces 24 oz. diarias).  Tomé cerveza, comí semillas de ajonjolí tostadas, comí avellanas, todo para aumentar la producción de leche.  Yo trataba de animarme, de ser optimista, pero era sumamente frustrante estar bombeando 40 min. para sacar 1 oz, así que decidí dejarlo por la paz; era un presión muy grande para mi y no obtenía los resultados esperados.  Me sentía tan mal que sin querer me provoqué una migraña que me duró 6 días.

Sabri tiene a su hermana más que incluida en su vida.  A veces le dan un poco de celitos, obvio (si a veces de grandes sentimos celos de nuestros padres y hermanos, ‘pior’ tantito los chiquitos), pero se le acerca, le habla, le da besitos, si la oye llorar me busca para que le dé de comer y ya quiere que crezca para que puedan dormir las dos en la misma habitación.  Yo siento que en parte Sabri no se siente desplazada porque Sara no es muy demandante que digamos, y tratamos de dejarle claro que Sara nos necesita mucho más que ella, que ya es grande y puede hacer muchas cosas sola.

Ahora estoy sorprendida por cómo me falta el tiempo.  Tengo una pila cosas por hacer (unas que me gustan y otras que no) y no tengo idea de cuándo pueda, porque llego del trabajo a casa a hacer las cosas de todos los días, y los sábados y domingos parecerían tener menos horas, así que estoy viendo la posibilidad de empezar a simplificar.

Mi jefe, que es un hombre en contra de que la gente tenga hijos (y tuvo 4; semejante estupidez no la entenderé nunca), recibió en consulta a un paciente que acaba de ser padre por primera vez, y le dijo (chequen la sensibilidad):

– Cuando un bebé llega le cambia totalmente el aspecto a la casa, cambia el olor, cambia la decoración, cambia la estética, si antes estaba todo ordenado ahora está todo hecho un desmadre, lleno de biberones, de botes de leche…

y el paciente lo interrumpe diciéndole

. Si, es cierto, y también llega la alegría.

La vida nos cambia todos los días al lado de este par, con lo que dejan, con lo que adoptan, con lo que aprenden, con lo que quieren, con lo que no quieren, con lo que ahora sí les gusta y al rato no, y estoy muy agradecida por ello.

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